Este comportamiento se explica en un artículo de la revista Biology Letters. Cuando las crías de esta especie detectan a un posible depredador cerca del nido, vomitan un líquido espeso, de color naranja y con un olor muy desagradable, que les cubre el cuerpo. De esta manera, pierden atractivo como alimento.
La estrategia de los polluelos tiene otra ventaja, ya que además consiguen avisar a los padres de que han sufrido un ataque. Para demostrar este segundo factor, los investigadores responsables del experimento observaron durante diez días un grupo de nidos. La mitad de ellos se impregnaron de vómito de polluelos, y la otra mitad con esencia de limón, otro olor que se puede percibir desde lejos. Los padres de los nidos que habían sido tratados con vómito se acercaban con mayor precaución, tardando más de lo normal en llegar a los nidos, y preparados para un posible enfrentamiento.
La utilización de rastros para indicar peligro, lo que los biólogos llaman "olor de peligro", no es nada nuevo. Mecanismos similares son utilizados por insectos o por mamíferos, e incluso la especie humana es capaz de percibirlo. Sin embargo, el de la carraca es el primer caso demostrado en aves.
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