Santa Mónica y Oración
Santa Mónica de Hipona (Tagaste, 332 - Ostia, 387) es una santa cristiana y madre de san Agustín de Hipona.
Es recordada y honrada por sus extraordinarias virtudes cristianas, en particular por sus sufrimientos causados por el adulterio de su marido, y por la vida de oración que dedicó para la conversión de su hijo, quien escribió extensamente acerca de sus actos píos y de su vida con ella en sus Confesiones.
Mónica nació en Tagaste, en la actual Argelia. Sus padres eran cristianos y de una familia de vieja tradición cristiana.3 Su educación se le encargó a su criada, también cristiana. Se casó a una corta edad con un hombre mayor, romano y pagano, llamado Patricius o Patricio, quien tenía una posición oficial en Tagaste. Su esposo era un hombre muy enérgico y de temperamento violento que tenía hábitos libertinos.3Las limosnas, buenas acciones y oraciones de Mónica incomodaban a Patricio, pero, a pesar de ello, él la trataba a ella con respeto.
Mónica iba a la iglesia cada día y soportó con paciencia el adulterio y las cóleras de su marido. Se ganó el afecto de su suegra en poco tiempo e incluso convirtió a Patricio al cristianismo y calmó su violencia. Patricio murió poco después de su conversión y Mónica decidió no volver a casarse.
Oración a Santa MÓNICA
¡Oh gloriosa Santa Mónica, espejo de esposas, modelo de madres, consuelo de viudas, mujer admirable, a quien Dios infundió el espíritu de oración y concedió aquel don de lágrimas con que supisteis hacer violencia al Dios de las misericordias para que se compadeciera de vuestros gemidos, escuchara vuestras plegarias y os pidoconcediera el fin de todos vuestros deseos!, a vuestras plantas venimos hoy las que sufrimos y lloramos en los tristes caminos de la vida, a suplicaros que nos alcancéis el espíritu de oración que Vos tuvisteis y la compunción que merecen nuestras culpas, para que derramando con humildad nuestro corazón ante el Dios de toda piedad y misericordia, alcancemos la gracia de vivir la santa vida que Vos vivisteis en la tierra, y merezcamos la gloria que Vos gozáis ahora en el cielo, en compañía de nuestros padres, esposos e hijos, y de todos los que por la sangre y el afecto nos pertenecen y son en Jesucristo, Señor nuestro, amados y queridos de nuestro corazón. Amén.
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