Ché 1997
Lo han cubierto de afiches /de pancartas
de voces en los muros,
de agravios retroactivos,
de honores a destiempo,
lo han transformado en pieza de consumo,
en memoria trivial,
en ayer sin retorno,
en rabia embalsamada.
Han decidido usarlo como epilogo,
como última thule de la inocencia vana,
como anejo arquetipo de santo o satanás,
y quizás han resuelto que la única forma,
de desprenderse de él,
o dejarlo al garete,
es vaciarlo de lumbre,
convertirlo en un héroe,
de mármol o de yeso
y por lo tanto inmóvil
o mejor como mito,
o silueta o fantasma,
del pasado pisado.
Sin embargo los ojos incerrables del Ché
miran como si no pudieran no mirar,
asombrados tal vez de que el mando no entienda,
que treinta años después sigue bregando,
dulce y tenaz por la dicha del hombre.
Saludos desde el Mediterráneo. Rakel
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